
Mis expectativas no se cumplieron, es más, me fui hundiendo en el sillón a medida que iba avanzando la historia.
Me resultó simplista que las historias del protagonista y el antagonista estuvieran marcadas por el determinismo familiar. Al padre altanero y triunfador le corresponde un hijo líder y acosador. Al padre humillado por un jefe desaprensivo le corresponde un hijo que es víctima de sus compañeros de clase.
En contraste con el tratamiento de los personajes masculinos, me sobrecogió el papel de las mujeres. Pero no quiero llevar a engaño a nadie, no pretendo redactar una crítica cinematográfica. Si por algo me he decidido a escribir estas líneas sobre la película es porque me duele que se haya desaprovechado la oportunidad de denunciar las situaciones del acoso escolar. ¿En qué estarían pensando el director y el guionista para dar a la película un final circular que lo único que muestra es la imposibilidad de acabar con el problema? Si bien admito que no es fácil atajar esta lacra, zanjar la historia perpetuando al acosador en su papel es hacer un flaco favor a la sociedad.
Dos de los jóvenes que vieron la película en la misma sesión que yo pertenecen a una temida banda. Son conocidos por su fanfarronería y su prepotencia. Hablan, gesticulan y se comportan con una violencia que no conoce límites. Al final de la película, ellos salieron reforzados. La Gran Pantalla les daba más razones para seguir acosando, insultando, vejando, apaleando...