Procedencia de la imagen
Iba a titular este post El alumno-conejillo, pero lo he descartado para aliviar el peso de una situación que viví ayer sábado por la tarde y que me turbó.
Todo empezó a las 18.07h en la calle principal de mi pueblo. Un ruido de silbatos anunciaba la presencia de un grupo de jóvenes que bajaban en dirección a la playa. Es un rumor que viene siendo familiar y que se asocia a una costumbre que va ganando adeptos: la celebración de las despedidas de soltero.
Decían en una tertulia radiofónica que en tiempos de crisis se modifican las formas de ocio. No sé si esta premisa justifica la proliferación de negocios poco recomendables, pero lo cierto es que está de moda el alquiler de disfraces y demás accesorios eróticos para salir a la calle a festejar el tránsito de la soltería al matrimonio.
Compartimos acera, a pesar del abismo que se abrió entre ambos.
Todo empezó a las 18.07h en la calle principal de mi pueblo. Un ruido de silbatos anunciaba la presencia de un grupo de jóvenes que bajaban en dirección a la playa. Es un rumor que viene siendo familiar y que se asocia a una costumbre que va ganando adeptos: la celebración de las despedidas de soltero.
Decían en una tertulia radiofónica que en tiempos de crisis se modifican las formas de ocio. No sé si esta premisa justifica la proliferación de negocios poco recomendables, pero lo cierto es que está de moda el alquiler de disfraces y demás accesorios eróticos para salir a la calle a festejar el tránsito de la soltería al matrimonio.
Las culturas primitivas celebran los ritos de iniciación con pruebas de valentía, no así las culturas avanzadas (mala denominación) que proponen celebraciones humillantes, las más de las veces.
En estas reflexiones estaba, cuando el tropel se fue acercando a la esquina donde me hallaba. De pronto, me fijé en el protagonista, el futuro novio. ¡Era un exalumno! Fue un momento. A su paso por la esquina, nos miramos. Se dio cuenta de mi turbación, al verle vestido con un disfraz de conejillo que dejaba desnudas algunas partes de su cuerpo. Sus ojos me decían "ha sido idea de mis amigos, no podía fallarles". Los míos le preguntaban por su dignidad.
Compartimos acera, a pesar del abismo que se abrió entre ambos.
Lo de las civilizaciones primitivas y avanzadas tiene miga.
ResponderEliminarOtro ejemplo: Recuerdo de niña el asombro y la pena que me causaban las cicatrices de los papúes de Nueva Guinea o los pies vendados de las mujeres chinas en el siglo pasado...
Ahora veo jóvenes a mi lado con ridículos tatuajes -aunque no menos dolorosos por eso- y mujeres con implantes de silicona en sus pechos o que se han sometido a una liposucción y !me entran escalofríos!
También son esos carteles pegados en las farolas con imágenes soeces mal trucadas con el photoshop, o esas pancartas en las autovías avisando de que se casan Pepito y Josita; y lo peor, cuando pintan en las calzadas, frente a las ventanas de la novia miembros viriles descomunales. Y nosotros, los avanzados, nos burlamos de Kunta Kinte.
ResponderEliminarMenos mal que aún nos queda eso de "un día es un día..."
Me alegro de que compartieses acera con ese conejillo. No me sorprende tu turbación. Desdeño todo este tipo de actividades ludico-peudofestivas, pero, insisto, me alegro de ese cruce de miradas y que ni el conejillo ni la profesora se cambiasen de cera ante tal turbación.
ResponderEliminarLo que me turbó fue la mirada del "conejillo" indefenso ante la masa. Los otros le habían montado la fiesta y él tuvo que representar un papel infame.
ResponderEliminarHace tiempo que se suceden este tipo de espectáculos erótico-festivos y siempre me lamento de la aprobación que reciben por parte de los paseantes. Se paran a mirar, sonríen...
Ese "conejillo" no actuaba con libertad. Eso fue lo que me turbó.
Siempre he detestado ese tipo de celebraciones. Es cierto que hay situaciones de las que es muy difícil escapar, pero esa mirada cómplice, ese malestar de tu ex-alumno, esa indefensión ante la presión del grupo, tu propia turbación nos da pie a pensar que no está todo perdido y que aún hay esperanza. Nunca he entendido estos ritos iniciáticos y, cuando los sorprendo en las calles, siento un poco de vergüenza ajena. Los respeto -no los prohibiría-, pero no sonrío...
ResponderEliminarEl concepto mismo de despedida de soltero ya me parece increíble, el último desfase antes de una prisión o algo así, y entiendo tu turbación.
ResponderEliminarPobre chaval...Con estas celebraciones tan rudas ocurre, creo yo, que más de uno se deja llevar sin estar muy de acuerdo. Y esa incomodidad se delata en los ojillos de conejillo asustado de tu ex-alumno.
ResponderEliminarEs difícil no seguir la corriente que marca el grupo, decir “no” de manera asertiva y “fallarles”.
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=6gxUwXl7ZQ8
Pero no dramaticemos. Que sean así todos los ritos iniciáticos, que alguien de manera pasajera y rotativa sea el hazmerreír de los demás, aunque sea ridiculizándose, humillándose y perdiendo un poquito la dignidad. Pero que haya siempre alguien como tú, Lu, que se turbe. Y estoy convencido de que no sólo te turbas, sino que te indignas, ante esos otros ritos de iniciación de esas culturas que pretenden probar con ellos una supuesta valentía.
Vergüenza ajena...
ResponderEliminarAna
¡Qué bien lo describes, Lu! y ¡cuánto comparto con Marcos y compañía sobre este tema! pero lo cierto es que hay tantas formas absurdas, cuestionables y que causan vergüenza ajena, de celebrar todo tipo de acontecimientos, que ésta puede considerarse hasta suave. Por otra parte, ¿quién no recuerda un momento en apuros compartido con amigos más graciosos de lo esperado en el que lo que más se desea es salir corriendo? Creo que yo hubiera hecho lo mismo, ese día observarlo como una más y en la próxima ocasión ¿felicitarlo?
ResponderEliminarAnónimo (Ana) no fue sólo vergüenza ajena. Fue la tristeza de ver lo fácil que muchos renuncian a su libertad por sentirse integrados socialmente.
ResponderEliminarEn clase, estamos leyendo Amor y pedagogía de Unamuno. Quizá por eso me parece tan sabio el consejo del filósogo don Fulgencio "Extravaga", le dice a su discípulo, "sé tú mismo".
Eso fue lo que intenté decirle con mi mirada.
Begoña, ¡qué alegría verte por aquí! No sabía nada de ti desde que nos vimos en Ayerbe.
"Entre tema y tema" nos perdemos en la rutina. Te sigo y más desde que sé que estás en Aulablog.
Jajaja, buenísimo lo del alumno conejillo. Y la verdad es normal que te hays sentid turbada al notar esa mirada... pero piensa que si él lo ha hecho es porque quiere y que, además se lo terminará pasand bien!!
ResponderEliminarMe paso por primera vez por aquí
Un saludo!
Estos ritos "iniciáticos" grotescos no son nuevos. Las despedidas de soltero siempre han tenido obscenidad y elementos risibles. Lo nuevo son estas formas extraídas del universo Disney o similares. Una vez en clase de literatura de segundo de bachillerato vi que los alumnos tenían un muñeco de Mickey Mouse que se lo iban pasando y cuidando entre todos. Me enfadé mucho, pero ellos no entendieron que aquello resultaba pueril como esta celebración en que te turbaste. El mundo se infantiliza y los referentes adultos se posponen. Además no se tiene conciencia de ello.
ResponderEliminarJoselu, no me sorprende nada lo que cuentas de los alumnos de bachillerato. El curso pasado tuvimos un grupo cuyas travesuras recordaban a los "esitos" y eran bachilleres.
ResponderEliminar¡Qué contradicción! Esos mismos jóvenes que cuidan mascotas en grupo a los 17 años, seguro que se pavonean de "mayores" en otros ámbitos. ¿Será esto la adultescencia de la que he oído hablar a Quim Monzó?
Leo tu artículo cuando acabo de participar en un curso titulado Amor y sexualidad. No podía ser más oportuno.
ResponderEliminarEs difícil encontrarse con gente que se pregunte por qué hace lo que hace y los jóvenes no son una excepción.
Cada vez aprecio más a la gente que observa y se pregunta.
Muchas gracias por tus artículos.