Tonto el que no lea

Este fin de semana se ha celebrado el Congreso Tonto el que no lea: Enseñar lengua y literatura en la era digital, organizado por la Universidad de Lérida. En un primer momento, me fijé en el tono desenfadado de la primera parte del título. A la segunda, no di mayor importancia. No obstante, ahora que ha finalizado el congreso tengo que decir que ha estado en consonancia con el contenido de las comunicaciones. Y merece la pena hacer incidencia en ello, porque en estos días de ponencias y comunicaciones ha quedado de manifiesto que “enseñar lengua y literatura en la era digital” no significa renunciar a prácticas tradicionales (o analógicas, como queráis) cuyo éxito está garantizado.

Después de dos días de intenso intercambio, he cargado mi mochila de ideas, de reflexiones y propuestas más que interesantes. Aunque lo mejor ha sido el afecto con que me he sentido recibida.

El congreso tuvo un comienzo estelar con la participación de Concepción Maldonado, lexicógrafa de reconocido prestigio y experta en diccionarios escolares. Fueron muy esclarecedores los puntos sobre los que armó su exposición: 1. Los diccionarios no sirven para todos (hay que considerar la edad del usuario y el nivel) 2. No todos los diccionarios son iguales (comprobadlo buscando la palabra “biombo” o “espiral”). 3. Los diccionarios no sirven para toda la vida (haced otra comprobación con las palabras “homosexual”, “euro” o buscando en diccionarios anteriores a 1994, en los que aparecen las letras “ch” y “ll”).

No pude asistir a todas las comunicaciones por aquello de la simultaneidad, pero me consta que todas fueron muy provechosas. Yo tuve la suerte de ver el entusiasmo con que Dolors García mostraba el resultado de los álbumes de cine de sus alumnos, de jugar a las cartas ortográficas bajo las indicaciones de Isabel Roca, de escuchar las hondas y atinadas reflexiones de Francisco de Pedro, de comprobar cómo Abel Lacruz usa los formularios de Google Docs para evaluar la competencia de aprender a aprender, y de descubrir una experiencia arriesgada e innovadora de la enseñanza de la literatura electrónica basada en el portal de literatura electrónica de la Biblioteca Virtual Cervantes (gracias, Anton Not) [1].

También puede ver el entusiasmo con el cual participaron los asistentes al taller de wikis que dirigieron Montserrat Casanovas y Mar Cruz. El ambiente hablaba por sí mismo. Hubiera hecho falta mucho más tiempo para satisfacer el apetito con que algunos se pusieron a editar y a pensar nuevas propuestas.

Yo he participado en calidad de docente a pie de aula para hablar desde la experiencia. Ese fue el trato al que llegué después de recibir la invitación. Apoyándome en la idea de Tíscar Lara de que somos peregrinos digitales (homo viator), destaqué la importancia que tenemos los docentes de ayudar a nuestros alumnos a trazar su hoja de ruta en Internet y presenté cuáles han sido las veredas por las que he andado desde que me inicié en el uso de las TIC (homo faber), cuáles los obstáculos que he tenido que salvar, y qué no puede faltar en mi mochila TICviajera (solvitur ambulando). Empecé con el lema horaciano del Carpe Diem, que traducido al ámbito de la enseñanza se traduce en disfrutar de todo el potencial que ofrecen las TIC, pero desde presupuestos pedagógicos. Aposté por defender el justo medio, huyendo de la excesiva devoción por la tecnología que, a veces, nos ciega, y de la objeción de los que se sienten exiliados digitales. Acabé con una formulación personal, convencida de que debemos creer en las bondades del uso educativo de las TIC en nuestra labor docente, de que debemos crear nuestra propia hoja de ruta y la de nuestros alumnos, y crecer y forjarnos como caminantes.

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[1] Cada uno de ellos merecería un post, pero en breve se publicarán los materiales del Congreso  y entonces lo enlazaré para los que queráis más información.
Actualización 16/12/2010: Post del Congreso