Reaprendemos las rutinas. Cada periodo adoptamos una distinta, que no nueva. Ahora retomo la costumbre de acudir al trabajo. Todo parece igual, pero no lo es. Hace días que echo en falta a Mohamed. No nos hemos cruzado todavía. Yo atravieso la plaza en la que cada mañana nos saludábamos -hola, ¿cómo estás?-, pero no lo veo. Pienso que quizá se haya ido a su país. Allí él era un rey tribal, respetado y querido (puede que temido) por sus iguales. Aquí, él es un barrendero amable. En su poblado, vivía en una casa de adobe y ramajes; y aquí, en unos bajos de 30 metros cuadrados orientados a una peña húmeda. Entre sus gentes, hablaba varios dialectos según con quienes tratara. Aquí, aprendió a hablar el castellano y balbuceaba bastantes palabras en catalán.
Hoy he preguntado por él al joven que sustituye a Med (así se hacía llamar, en una aféresis muy acorde con la costumbre catalana de acortar las palabras por el principio). No me ha entendido. No habla ni castellano, ni catalán. He probado con el francés, pero su único lenguaje era una sonrisa agradecida, como la del primer día que Med y yo cruzamos nuestro primer saludo.
Empieza otro curso.
Sin duda una metáfora del oficio del docente.
ResponderEliminarMohamed se marchó sin despedirse. Tal vez sea mejor. Las despedidas siempre son tristes y, supongo, no quería meter más tristeza en su mochila. ¿Volverá?. Quizás esté allá, en su origen, contando, por supuesto no en un blog, como te saludaba por las mañanas cuando ibas al trabajo. Tal vez recuerde tu nombre.
ResponderEliminarBuen principio de curso.
Todo seguirá igual, pero a la vez será diferente. Nuevas voces, nuevos nombres, nuevas expectativas, un ciclo que se inicia en el que procuraremos proyectar lo mejor de nosotros mismos. Tu texto parece reflejar cierta melancolía y una clara circularidad argumental. ¡Ya estamos aquí! Un cordial saludo.
ResponderEliminarHay una cierta nostalgia permanente en nuestra profesión. Med no está y todos los años hay un montón de Meds que van y vienen, que pasan por nuestras vidas y a veces se quedan un ratito... También nosotros pasamos por las suyas y nos quedamos algún instante...
ResponderEliminar¡Buen comienzo de curso!
Sí hay cierto aire melancólico en mis palabras, Joselu. Y la circularidad es intrínseca a la naturaleza de las estaciones.
ResponderEliminarPrecisamente elegí la imagen que ilustra el texto porque en la línea continua del círculo, el dibujante ha trazado un punto que une principio y fin. ¡Qué cerca están, a veces, estos contrarios!
Buen principio de curso.
ResponderEliminarTendremos muchos nuevos retos. A empezar.
Un saludo grande.
Me quedo con la idea de la metáfora que sugiere ana, pero pensando que cuando MohaAmed hable en su tierra, no sólo se sentirá feliz por estar de vuelta, sino porque habrá regresado cargado de nuevas experiencias.
ResponderEliminar¡Qué extraño el ser humano! Vienen cientos de personas jugándose la vida por conseguir una rutina, la tranquilidad de vivir día a día momentos repetidos; mientras, nosotros sentimos la angustia de esa repetición como un lastre que nos hace perezosos y que casi nos obliga a buscar nuevos retos, "a salir de la rutina". Somos extraños, sí.
ResponderEliminarSi junto a la imagen circular pones, rozándola, una línea que avance, subiendo y bajando, siempre progresando, alejándose, tenemos entonces la gracia, el encanto melancólico de nuestra profesión: los alumnos, progresan y se alejan mientras nosotros seguimos allí. Cuando nos ven, "¿sigues dando en 4ºESO?", pertenecemos a un remoto pasado en el que tampoco estamos ya nosotros. Qué fácil es caer en la trampa de la repetición en nuestra profesión.
ResponderEliminarNo es tu caso, Lu. Que tengas un buen comienzo de curso.