"¿Por qué son malas las malas palabras?, ¿le pegan a las otras palabras?" se preguntaba el poeta Roberto Fontanarrosa en el Congreso de la Lengua en Rosario, en 2004. "Algunas son irreemplazables"-añadía.
(Aquí la primera parte del discurso)
Aquí el texto adaptado de la intervención, en el CVC.
En la última novela de Mercedes Abad, El vecino de abajo, leí un fragmento que transcribo por su fuerza expresiva.
Aquí el texto adaptado de la intervención, en el CVC.
En la última novela de Mercedes Abad, El vecino de abajo, leí un fragmento que transcribo por su fuerza expresiva.
Me pregunté cómo era posible que una palabra tan pronunciada por tanta gente a lo largo de tantos siglos no hubiera perdido en el camino ni un ápice de su fuerza expresiva y su sabor. ¿Había alguna que pudiera jactarse de haber sido pronunciada más veces que hijoputa? No, no debía de haber muchas palabras que pudieran enorgullecerse de haber mantenido tanto tiempo su reinado en lo más alto del hit parade lingüístico. Hijo de puta sonaba más fino, melodioso y descafeinado, porque la suavidad de la de atenuaba en cierto modo el áspero y súbito esputo de la jota y también el estallido final de la te. Hijoputa sabía a ajo y a sudor, a puchero, a guiso fuerte y muy especiado derramando su denso aroma e impregnándolo todos, a carne de caza colgando sobre mis narices al borde de la putrefacción. Sólo de repetirla una y otra vez y amasarla en la boca con voluptuosidad sentía que mi aliento se espesaba y se hacía más acre y ácido, y esa evolución hacia la fetidez me llenó de un extraño placer.
¿Y a qué vienen ambos documentos? Pues, a mi intento por reprimir las ganas de vociferar ciertas palabras (tacos, palabrotas) después del leer el tratamiento informativo de la huelga de la enseñanza que se dio (me niego a usar el término celebrar) ayer en Cataluña. Mi pensamiento discurre por los derroteros de las malas palabras (no soy la única). En la edición de hoy de El País (Cataluña), el tema, que ocupaba la portada, centraba la atención en la disputa sobre las estadísticas de participación. Y sólo unas escasas líneas para destacar asuntos como la evaluación de los docentes, la sospecha de la privatización de los centros... Hablan de normalidad en los centros. Señores, la normalidad en muchos centros fue sinónimo de absentismo (tanto de los docentes firmantes de la huelga como de muchos que, sin suscribirla, hallaron las aulas vacías y se marcharon).
Pues eso, ante situaciones así el insulto es "un arma cargada de poder" terapéutico.Más sobre el insulto en la web de José Antonio Millán:
Y yo en la tuya
Diccionario del insulto
No conocía la intervención de Fontanarrosa, con la que me he reído un buen rato (ya sabemos que la particular debilidad de las vibrantes en Cuba son síntoma de la fragilidad del régimen).
ResponderEliminarEn cuanto al tratamiento de las huelgas por los medios de comunicación (te aseguro que aquí nos hemos enterado cuatro), lamentablemente he comprobado que siempre se fijan en lo anecdótico y nunca en el fondo.
Te doy un ejemplo: Cuando empezaron a construir las líneas de Alta Velocidad, participé en un montón de huelgas en las que denunciábamos que esas inversiones anularían el desarrollo de las cercanías y crearían una especie de ferrocarril para señoritos. La prensa del momento sólo decía que queríamos cobrar más y trabajar menos (las estadísticas de sueldo daban grima). Muy pronto se inaugura el AVE de Barcelona; las cercanías ya ves cómo están; y el precio del billete, a partir de 100 euros.
Menos mal que nos quedan las malas palabras...
No me cabe la menor duda, Fontanarrosa lo dice y yo lo quiero reafirmar: las malas palabras tienen un extraordinario valor terapéutico y una enorme expresividad en la lengua. Por cierto, nunca entendí lo de las "malas palabras", "soeces", "tacos", "palabrotas", "palabritas"... En realidad hay buenas malas palabras y malas malas palabras. Vale decir: "estos juntaletras que vuelvan a la universidad, caramba" frente "estos pelotudos, hijos de puta que se vayan al carajo, ¡mierda!". No te cortes, Lu, disfruta de la expresividad y de su poder terapéutico. Yo lo hago, con mucha frecuencia.
ResponderEliminarPor cierto malas son las palabras que tengo para definir lo que le sucedió a Jane Fonda en un programa de televisión norteamericano y malas también son las que me sugiere el tratamiento informativo del conservador diario Abc:
http://www.abc.es/20080215/gente-ocio-gente/jane-fonda-palabra-soez_200802150802.html.
"Pero requiero más...
ResponderEliminar...un país educado, con gente educada que hable y no vocifere,
que no responda con violencia a las discrepancias,
que no priorice el culto a la imagen antes que el culto a la razón y a las ideas...
Un país que junto a los docentes sirva de referente educativo para mis hijos."
¿Te acuerdas Lu?
Estoy segura que en tu blog entran menores de edad.
Un saludo cordial.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPor supuesto Lu.
ResponderEliminar¿En algún momento he dicho yo lo contrario?
Fina, ya que transcribes palabras mías pronunciadas en otro post, te recuerdo lo que he escrito en éste: "Mi pensamiento discurre por los derroteros de las malas palabras"
ResponderEliminarEn ningún momento, he dicho que iba a gritar, ni a vociferar insultos. Lucho a diario por mantener una actitud coherente con mis ideas.
Pero, permíteme que añada algo más:
También quiero un país para mis hijos en el que los problemas educativos de los centros se resuelvan corporativamente (claustros, consejos escolares, equipos docentes...) y no gracias a decisiones unilaterales de un equipo de gestión (que bien pude verse influido por la injerencia de terceros).
Lu,
ResponderEliminarNo quiero polemizar.
Un saludo.
Llego tarde, Lu y confieso que desconozco el intríngulis de la huelga (he desconectado por razones terapéuticas, la demagogia está acabando conmigo y lo de la edad penal a los 12 ya me sobrepaso).
ResponderEliminarTal vez por eso reparo más en la confección de la entrada que me parece modélica (vídeo, cita, enlaces). Bendita indignación.
Machado iba más lejos, se atrevía incluso con la blasfemia:
"Hay blasfemia que se calla
o se trueca en oración;
hay otra que escupe al cielo,
y es la que perdona Dios."
Divertidísimo el vídeo.
Participé en la huelga y asistí a la manifestación que fue festiva y reivindicativa. El tratamiento informativo fue, como dices, penoso. Nada de debate sobre lo que significa estas bases para la futura ley: privatización de los centros, evaluación docente, formación de equipos directivos aliados del caciquismo y la discrecionalidad. Lo peor de todo, y a ello apelaría con alguna de esas sonoras palabras, fue que en mi centro no se debatió nada. No hubo claustro ni reunión informativa. Sólo se puso una lista en la que los profesores se apuntaban o no a la huelga. He de decir que en mi centro fuimos minoría los que votamos que sí, lo que es la misma tónica que en otros centros de Secundaria que conozco. En Primaria hay mayor con ciencia. Me preocupa esa falta de conciencia profesional ante este cambio trascendental que la llamada izquierda va a hacer con la educación en Catalunya. Soltaría ahora alguno, pero me abstendré para que picajosos oídos no se escandalicen.
ResponderEliminarJoselu, en mi centro pasó lo mismo que en el tuyo. Tuvimos que pasar por secretaría y firmar nuestra adhesión o no a la huelga. El argumento lo acepto, hacía falta saber cómo organizar los servicios mínimos.
ResponderEliminarLo que no admitiré es que se apruebe la ley y todo sean quejas. Ahora es el momento de manifestar nuestro desacuerdo. Más tarde será imposible.
Cuando se convocó la huelga, vi una oportunidad de que nuestro colectivo levantara la voz de una forma unánime (o mayoritaria). Luego comprobé que mi "sueño" se desvanecía por quienes adoptaron una actitud acomodaticia y por quienes aceptan los cambios del sistema.
Entre los convencidos, hubo un conato de asamblea, pero se abortó antes de realizarse. ¡Qué se le va a hacer!
El vídeo de Fontanarrosa es estupendo y en más de un instituto lo ponen para enseñar a los chicos de Bachillerato sobre la lengua. No entiendo que nadie se ofenda: está realizado con el humor y la elegancia con que el Negro hacía las cosas. Y los enlaces al sitio de José Antonio Millán son también muy apropiados.
ResponderEliminarEn cuanto a la huelga, yo anduve atenta a través de elperiodico.com, que es el que más me aclaraba, porque otros medios no decían más que que había huelga en la enseñanza en Cataluña, pero ni por qué sí, ni por qué no. Los medios, a menudo, tratan más el lado morboso: cuántos fueron, si tuvo éxito, si no lo tuvo... que la información: por qué se planteó, qué se solicitaba, qué se ha conseguido, qué consecuencias hay...
Ánimo, Lu, muchos preferimos informarnos de primera mano en los blogs (conociendo el percal de los medios, no queda otra).
Un beso.
Lu, siento no estar del todo de acuerdo contigo ni con otros comentaristas de este post.
ResponderEliminarYo no hice huelga, ni fui a ninguna manifestación porque no me siento para nada representada por los sindicatos que la convocaban (creo que todos los de educación).
Es mi opinión (y no pretendo convencer a nadie de nada), que algo sustancial ha de cambiar en el sistema, porque si no va a caer por su propio peso. Ya sé que más importante del "qué" se haga, es el "cómo" se haga, pero hay cambios que, sobre el papel, a mí no me parecen mal.
Los líderes sindicales que conocen el poder de las palabras y los tabúes, han lanzado al aire el vocablo "privatización", y resuena como el eco de boca en boca de funcionarios y aspirantes a.
Es un tema largo y complejo, pero, en mi opinión hay conceptos como "productividad", "optimización de recusos", "selección de personal", que no estaría mal intentar intentar casar con el sistema actual.
A mí me dan ganas de soltar alguna palabra malsonante cuando veo aparecer el último sustituto / interino de turno al que han mandado a mi centro a educar a mis alumnos (o a mi hijo) sin que nadie le haya hecho una triste entrevista para verle la cara de psicópata que tiene (por poner un ejemplo).