1 de septiembre de 2012

Con ojos de yobó-yobó



Más allá de paisajes bucólicos de la sabana africana, de la estampa de pequeños poblados de casas hechas de barro y paja, de grandes extensiones de cultivo de trigo, mijo, algodón y cacahuete, de la visión de los rebaños de bueyes famélicos y del griterío de las cabras atadas en hitos a pie de carretera, de bosques de teca e impresionantes ejemplares de baobabs, de una meteorología extrema (sol y lluvias tropicales), de contemplar el cielo inundados de estrellas ... Más allá de todo esto, he visto de cerca un país que lucha por salir de la pobreza (Togo). He visto el esfuerzo, la generosidad y el afán de servicio de quienes trabajan para que el país avance y aprenda a autogestionarse en un futuro.
He conocido desde dentro un modus vivendi muy alejado de las comodidades de Occidente. Ir al pozo a buscar agua, cocinar con carbón, lavar la ropa a mano, sembrar y labrar la tierra, cargar bebés a la espalda con le pagne, cargar, en grandes marmitas, agua y todo tipo de alimentos y pertenencias, amasar incansablemente el trigo... todo esto forma parte de la rutina de los hombres y mujeres, niños y niñas togoleses. Hombres y mujeres que difícilmente llegarán a viejos. Niños y niñas que son adultos antes de crecer. Jóvenes y mayores que, al levantarse, no saben qué comerán, y muchos no saben ni si comerán.
He visto la hospitalidad de las gentes, la fidelidad a las costumbres más ancestrales de dar agua a les invités antes de iniciar la conversación, y de compartir la bebida tradicional, el chapaló, antes de la despedida. Beber se convierte así en un gesto incondicional de amistad, en un signo de hermanamiento.
He visto dar más de lo que tienen (gallos, gallinas, huevos ...) en señal de agradecimiento. He visto correr a los niños entre los campos de trigo atraídos por el ruido de la furgoneta de los "yobó-yobó" (los blancos) y salir a los caminos con la única esperanza de intercambiar una sonrisa o un saludo con la mano. He visto niños -sí, niños- conduciendo rebaños de bueyes. Y mujeres con haces de leña, sacos de carbón y trigo en la cabeza caminando largas distancias por caminos y carreteras.
De madrugada, me ha despertado el ruido de las niñas que, agachadas, barren las cenizas y el polvo del día anterior, y limpian y apilan las marmitas para ir a buscar agua al pozo, y la joven que aviva el fuego de la cocina de carbón para hacer buñuelos que venderá en su pequeño comercio. He contemplado silenciosa a la madre que amamanta a su bebé bajo el mango, mientras prepara el trigo, y me he sorprendido al ver al vecino, un chico de 18 años que dirías que tiene 13, que ha venido a matar a una gallina con un cuchillo que da miedo. Y, claro, me he levantado con la ilusión de ver a los niños que esperaban que saliéramos de casa para tomarnos la mano y acompañarnos hasta la carretera. He oído cada mañana el trasiego del joven que muele el trigo en el molino y me saluda con la cara y las manos enharinadas, el runrún de las conversaciones de los que se sientan bajo el gran manguier y que no entiendo porque hablan en Moba, el motor de las moto-taxi que circulan dispuestas a cargar dos o tres personas (¡da igual!), el ruido de los cláxones de los camiones de mercancías que cruzan la ciudad (el país) desafiando el mal estado de la calzada y esquivando hombres, mujeres, jóvenes y niños que caminan, caminan, caminan ...
Hombres, mujeres, niños y niñas que viven en una estructura familiar más cercana a la idea de comunidad que a la de la concepción de la familia tradicional de Occidente. La familia africana y la casa donde vive son entornos abiertos y, muchas veces, de tránsito donde se practican la cohabitación, los reagrupamientos y la acogida. El régimen de cohabitación no es más que el alquiler de una habitación con derecho a compartir los espacios comunes de la casa, como son el patio y las letrinas - cuando las hay-. Los reagrupamientos familiares son habituales porque las familias son muy extensas y los que tienen más recursos - lo cual no significa que sean ricos- acogen en su casa tíos, primos, sobrinos ... Todos son bienvenidos. Todos son la familia. La acogida de niñas huérfanas también es una fórmula socialmente aceptada que pretende disminuir los efectos de un problema de grandes dimensiones, dado el elevado número de niñas sin familia. Estas huérfanas, también llamadas les bonnes, se hacen cargo de las tareas del hogar, a cambio de tener un techo, un plato y, en muchos casos, acceso a la escuela.
 He visto maestros que luchan por la alfabetización en aulas masificadas con 90 y 100 alumnos, entre cuatro paredes y bancos de madera. Aulas sin recursos materiales, donde el maestro es una persona respetada y la obediencia, un valor incuestionable.
He visto hombres, mujeres, jóvenes y niños que viven en un país con una red sanitaria muy precaria, donde el fantasma de la malaria y de otras enfermedades se lleva muchas vidas por delante. Demasiadas.
Más allá de paisajes y costumbres, he visto miradas a la vez tristes y esperanzadas, sonrisas, medias sonrisas y carcajadas. He apretado manos que hablan del esfuerzo de una vida nada fácil, de una vida en la que lo que importa es el presente, el hoy, el ahora mismo. Manos que tocan al ritmo de los tam tams para entonar cánticos de celebración, de alegría . A pesar de todo.

20 comentarios:

  1. ¡Emociona leer todo lo que has visto y todo lo que has vivido! una experiencia increíble que nos acerca a otras realidades y otras maneras de entender la educación y la vida.
    Emocionada poco puedo añadir, solo que espero que la vida nos siga enseñando que podemos aprender mucho de otras culturas y de otros ritmos de vida que muchas veces obviamos. A pesar de todo, de los pocos recursos con los que cuentan, se les ve felices y dispuestos a sacarle partido. No olvidemos nunca eso, que vivir es aprender, soñar y compartir.
    Muchas gracias.

    ResponderEliminar
  2. Te he visto feliz en estas fotos, Lu. Y me ha gustado verte, junto a todas esas sonrisas maravillosas de ese otro mundo que está en este. Gracias por compartir tu experiencia.

    y -ya que estamos- mis mejores deseos para el próximo curso. Está bien saber que seguimos estando al otro lado de la pantalla.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  3. Viajar nos pone en contacto con otras realidades, culturas, gentes que viviendo en condiciones precarias nos enseñan muchísimo: pese a la adversidad, siempre te reciben con una sonrisa y con los brazos abiertos. Recorrer otras latitudes es una cura de humildad para nosotros, señoritos del primer mundo, egoístas y quejicas consumistas que derrochamos agua potable por la taza del inodoro a litros.

    Me ha encantado tu entrada. Gracias por compartir tus experiencias veraniegas.

    Que tengas un feliz inicio de curso :)

    ResponderEliminar
  4. Carlota Bloom5:58 p. m.

    Un precioso y enriquecedor baño de realidad, Lu. Tu post y esas preciosas imágenes me han animado a escribir. Encantada de leerte de nuevo. Un abrazo, y buen inicio de curso!!

    ResponderEliminar
  5. "Has visto, Lu, cosas que nunca creeríamos", pero que contadas como nos las has contado y, viendo estas hermosas imágenes, no podemos sino exclamar: ¡qué experiencia vital, qué generosidad, qué envidia...!
    Muchas felicidades, amiga mía, por poder vivir y sentir una experiencia como esta y muhísimas gracias por compartirla con nosotros.

    ResponderEliminar
  6. Toda una experiencia que te marcará de por vida. Lo primero que se me viene a la cabeza es valorar todo lo que desperdiciamos aquí y la crueldad, pasividad e inoperancia social hacia ellos.
    Tu visita es el regalo más bonito que has podido hacer a todos esos niños y grandes con los que has convivido durante todo el mes.

    Un beso

    ResponderEliminar
  7. Nunca recibimos tanto a cambio como cuando somos generosos y tú lo eres hasta el extremo ya que ni siquiera mencionas en tu post llo que has aportado a esos niños que mencionas, tan solo cuentas lo que te traes en vivencias, sentimientos y recuerdos. Has sido valiente, desprendida y solidaria, por eso has vuelto enriquecida. Enhorabuena por ello, Lourdes.

    ResponderEliminar
  8. Maru, no sabes el alcance que pueden tener últimas palabras en otros contextos más necesitados. Aprendamos, soñemos, compartamos.

    Dori, la experiencia ha sido intensa. Me atrevería a decir que dura y feliz al mismo tiempo.

    Virginia, solo que todos diéramos una parte de lo que nos sobra (fíjate que digo "sobra") la situación de muchos cambiaría. He vuelto con muchos interrogantes. Muchos.

    ResponderEliminar
  9. Carlota, conocer otra realidad me ha ayudado muchísimo a entender los excesos de nuestra sociedad.

    Marcos, son muchos los que generosamente se entregan a ayudar a quienes lo necesitan y lo hacen a cambio de nada. Es otra de las cosas que "he visto" y me ha impactado.

    Carmen, es poco lo que se puede hacer en tan poco tiempo, pero sé que he arrancado sonrisas y abrazos que no olvidaré.

    JLSánchez, he vuelto con muchos interrogantes, como decía. Llena de agradecimiento por la buena acogida, por el cariño recibido. No hay mayor generosidad que la del que da sin tener nada.

    ResponderEliminar
  10. Nos vendrá bien recordar tu crónica con ojos de yobó-yobó cada vez que nos sintamos incódos en esta sociedad del despilfarro y del exceso y cada vez que olvidemos que África nos da lecciones de solidaridad, convivencia, familia y hospitalidad cada día. A pesar de los europeos.

    ResponderEliminar
  11. El paisaje humano que describes no nos puede dejar impasibles en un mundo que, como apunta Evaristo, vive rodeado de despilfarro y abundancia. De vez en cuando, el mundo tendría que darse la vuelta aunque solo fuese por unos días para que todos pudiésemos vivir en nuestro pellejo las dificultades del 'otro mundo'.
    Imagino que habrás vuelto muy enriquecida en todos los aspectos. Estoy seguro de que tu sonrisa también ha sido un regalo para ellos. Gracias por contárnoslo.

    ResponderEliminar
  12. Evaristo, medirse con la pobreza y la desesperanza es duro, pero necesario.

    Antonio, he recibido más que dado. De esto estoy segura. La experiencia ha sido toda una lección de vida. Solo espero que la rutina no me engulla lo suficiente como para olvidarlo.

    ResponderEliminar
  13. Yainire, muchas gracias por la información sobre el sitio.

    ResponderEliminar
  14. Impresionan los ojos de los niños. ¡Cuánta vida transmiten!

    ResponderEliminar
  15. Blogge@ndo, esas miradas no se olvidan. Es cierto que transmiten mucha vida, aun sabiendo que la muerte les acecha. La malaria causa estragos y no pueden costearse el tratamiento. En Europa ya hay casos en España, Grecia e Italia, pero existe tratamiento paliativo.

    ResponderEliminar
  16. Hola Lu, me alegra mucho volver a encontrarte. Recuerda que contamos contigo en este rincón , siempre nos dejas cavilando. Bienvenida.

    ResponderEliminar
  17. Gracias, Puri, por tu visita. Seguiremos cavilando...

    ResponderEliminar
  18. Lamentablemente no parecemos darnos cuenta de que es necesario cambiar el mundo entero para poder salir de estos tiempos de crisis y recortes.
    O pensamos a nivel mundial o dificilmente encontraremos soluciones, y para encontrar soluciones lo primero es ser consciente de que millones de seres humanos viven realidades muy distintas a la nuestra, pero que tienen el mismo derecho que nosotros a alcanzar una vida digna y plena.
    Has visto y has compartido, ojalá que tus interrogantes se conviertan en acción y en cambio.
    Un saludo, y muchas gracias por tu blog.
    Ramón.

    ResponderEliminar

Deja un comentario