17 de febrero de 2010

De Herta Müller a Raymond Queneau (y viceversa)


Desde que ganara el Nobel, tenía en lista algunos de sus títulos. Herta Müller despertó mi interés enseguida, por ser mujer y por haber sufrido los embates de una dictadura. Lo que no sabía era que iba a sufrir tanto leyendo En tierras bajas. La sordidez del ambiente y la crueldad de los personajes que habitan el paisaje rural de la obra contados por una niña me han causado una desazón interior que no sentía desde que leí La familia de Pascual Duarte. Por entonces, era una jovencita y supe reponerme. Ahora soy adulta y cada vez me cuesta más distanciarme de las historias que leo. No consigo cerrar las páginas de aquellos libros que me han dolido. En tierras bajas ha sido uno de ellos.
Pero no era de esto de lo que quería hablaros, sino de un texto en el que la autora reproduce la rutina de un día laborable invirtiendo el orden las acciones (“Las cinco y media de la mañana. Suena el despertador. Me levanto, me quito el vestido, lo pongo sobre la almohada, me pongo el pijama, voy a la cocina, me meto en la bañera, cojo la toalla […] me como una rebanada de té y me bebo una taza de pan.”).
Lógicamente, su lectura me ha recordado el clásico de Queneau, Ejercicios de estilo, aunque entre las múltiples versiones de la historia del autobús y el incómodo botón no aparece ninguna que cuente la historia empezando por el final (si no me equivoco).
En todo esto estaba pensando, ayer a las 15.30h, en el intermedio de un día laborable con horario de tarde cuando... abrí el portátil, guardé el portatizas, sincronicé la PDA, pasé lista, sonreí y saludé a mis alumnos. Leímos.
No dejaba de llover. Subí tres pisos y salí a la calle.
Aparqué la motocicleta, me enfundé el impermeable, el casco y los guantes.
Seguía lloviznando.
Me tomé una taza de té. Cerré las páginas de la prensa. Reseguí los titulares. Me sacudí las ganas de echar una siestecita. Di una cabezadita. Me dirigí a la ventana. Caía una lluvia ascendente.


Hay días que una quisiera deshacer.
______
El sonido de la lluvia (vía Marian) | La vida debería ser al revés (vía Juanmi)
Érase una vez un lobito bueno (José Agustín Goytisolo)

17 comentarios:

  1. Cerré las páginas de la prensa, abrí el portátil, subí tres pisos y salí a la calle, me sacudí las ganas de echar una siesta, sincronicé la PDA, ayer a las 15.30, no dejaba de llover, di una cabezadita, pasé lista, me dirigí a la ventana, me enfundé el impermeable, leímos, en el intermedio de un día laborable con horario de tarde, sonreí, caía una lluvia ascendente, el casco y los guantes, seguía lloviznando, reseguí los titulares, guardé el portatizas... seguí lloviznando, ayer a las 15.30, abrí el portátil...

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  2. Anónimo2:23 p. m.

    Deshacer los días, algunos días. ¡Quién pudiera!

    Sergio

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  3. En esto la literatura supera a la realidad, pues permite deshacer y rehacer con palabras el tiempo irreparable. Me has recordado el relato "Guerra del tiempo", de Carpentier, otra joya de la marcha atrás.
    En cuanto a Herta Müller, ayer mismo acabé de leer El hombre es un gran faisán en el mundo y comparto tu sensación de desolación. Me recordó a Desgracia, de Coetzee, en un primer momento, pero hoy pensaba en esa novela como si Platero y yo hubiese sido narrada por un inmigrante al que, además de haberle matado el burro, se lo hubiesen servido para cenar (tranquila, que no he desvelado nada del argumento). El poder de la literatura...

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  4. Joselu, el desorden de nuestras acciones en lucha con el orden de lo establecido. Me gusta tu versión. El orden de los factores no altera el producto.

    Sergio, la lluvia puede ser un alidado para limpiar esa rutina que ensucia muchos días.

    Antonio, tienes razón. Ahora me he acordado del relato de Alejo Carpentier "Viaje a la semilla". Reproduzco una cita que tenía anotada en mi diario de lectura:
    "Marcial tuvo la sensación extraña de que los relojes de la casa daban las cinco, luego las cuatro y media, luego las cuatro, luego las tres y media... Era como la percepción remota de otras posibilidades. Como cuando se piensa, en enervamiento de vigilia, que puede andarse sobre el cielo raso con el piso por cielo raso, entre muebles firmemente asentados entre las vigas del techo."

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  5. Me apunto la recomendación, aunque después de leer a Claudel y a Alberto Méndez no sé si voy a tener ánimos...Y sí, quién pudiera rehacer.

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  6. Ojalá pudéramos deshacer o rehacer algunos días, sí.
    El ejercicio da mucho juego. Yo también me lo apunto. Y el resultado ilustra muy bien estos días de lluvia.

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  7. El libro que dices, "En tierras bajas", ¿es facilillo de leer? Tengo ganas de pillar libros de ese estilo, pero si son complicados termino abandonando :S

    Ojalá pudiéramos deshacer algunos días, aunque nada tendría sentido.
    Me recuerda un poco a "Un mundo feliz" de Aldous Huxley. No es sobre el orden de las cosas, pero sí sobre intentar cambiar el mundo para hacerlo feliz, aunque todo termine siendo una gran utopía :)

    Un beso

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  8. Hacer camino, deshacerlo, borrarlo, reandar lo vivido...
    Como decía el poeta "Hay días malos, días que crecen en un charco de lágrimas."
    me ha entrado el gusanillo y me compraré el libro.

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  9. Anónimo10:25 p. m.

    Lo malo de deshacer un día es que habría que rehacerlo al día siguiente... Agotador.

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  10. Carlota, Alberto Méndez en sus girasoles ofrece una visión muy desnuda de los dramas de la guerra. La rudeza de la obra de Müller es muy otra, a mi parecer. La niña que cuenta su infancia "En tierras bajas", está rodeada de personajes sórdidos, desposeídos de todo sentido de la emoción o el cariño. Es un libro gris, sin resquicios para la alegría.

    Cristina, la historia cuesta digerirla. El libro es un poco irregular. Tiene estampas cotidianas muy breves, que lejos de parecer sencillas, encierran toda la complejidad de sus personajes.
    Me ha costado acostumbrarme al estilo sintético y hasta cortante de la autora. El predominio de frases breves es descorazonador. Creo que es apto para lectores algo avezados a la lectura y dispuestos a presenciar escenas de una frialdad aterradora (me estoy conteniendo para no contar detalles).

    Marian, Blogge@ndo, Silvia, en la idea de hacer y rehacer nuestras vidas, se halla la evidencia de que somos esclavos de la rueda del tiempo.

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  11. El final, de Fredric Brown

    El profesor Jones había trabajado en la teoría del tiempo a lo largo de muchos años.
    -Y he encontrado la ecuación clave –dijo un buen día a su hija-. El tiempo es un campo. La máquina que he fabricado puede manipular, e incluso invertir, dicho campo.
    Apretando un botón mientras hablaba, dijo:
    -Esto hará retroceder el tiempo el retroceder hará esto –dijo, hablamos mientras botón un apretando.
    -Campo dicho, invertir incluso e, manipular puede fabricado he que máquina la. Campo un es tiempo el. –Hija su a día buen un dijo-. Clave ecuación la encontrado he y.
    Años muchos de largo lo a tiempo del teoría la en trabajado había Jones profesor el.
    Final el

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  12. Anónimo12:55 a. m.

    me parece precioso eso de que llueva hacia arriba

    hagámoslo

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  13. Me encanta el ejercicio. Yo también me lo apunto: dehacer los días, los meses, los años... ¡la vida! ¡Quién pudiera!
    Sufrir leyendo también es disfrutar, seguro... También me apunto el título. Gracias por ambos apuntes, Lu.

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  14. Muy interesante la referencia al libro y, sobre todo, el ejercicio de la narración en retroceso (y tu propuesta de deshacer los días, sobre todo algunos días).

    ¡Buen fin de semana!

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  15. Yo a veces me niego al portátil y a nada. Cierro el día encerrándome en mi libro.

    Porque hay días que la clase, los alumnos y todo lo que hay detrás te vence.

    Y punto.

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  16. http://www.lengua1bc.blogspot.com/

    Blog de Lengua y Literatura del IES La Sisla (Sonseca, Toledo)

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  17. A mí me ha traido la novela magistral de Martin Amis: La flecha del tiempo.

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