10 de diciembre de 2006

Fulgores de J. José Millás

Buscar textos que se avengan a los contenidos del currículum es un ejercicio al que los profesores de lengua estamos bastante habituados. Y los puentes largos, un buen momento para ello.

Hoy andaba buscando textos y, entre los recortes de prensa que voy acumulando, me ha salido este texto de Millás, Fulgores.
Se trata de un texto instructivo -que recuerda los clásicos de Cortázar ("instrucciones para...")- en el que, como es característico de Millás, se borran los límites entre ficción y realidad.

Acababa de leerlo, cuando he sabido la noticia de la muerte del dictador Pinochet. Entonces, las últimas palabras del texto han adquirido un nuevo sentido, fruto de las circunstancias.


Instrucciones para tener una experiencia rara: cómprese (mejor a plazos) una cinta de correr y andar y hágale un hueco en el dormitorio. Las hay con diversas prestaciones, en función del precio, pero basta con que tenga dos o tres velocidades para aumentar el ritmo una vez que se le hayan calentado los músculos. Súbase a ella, póngala en marcha y comience a caminar. No le preocupe no ir a ningún sitio; es más, disfrute de la curiosa sensación de andar sin desplazarse. Acepte el absurdo como parte del juego y extráñese del curioso paisaje formado por la cama, el armario empotrado, el tocador, quizá el galán de noche con sus hombros desnudos y una corbata colgándole de cualquier parte, a la manera de una víscera.

Cuando lleve diez minutos andando, aumente un poco la velocidad de la cinta y cierre los ojos. Ahora, mientras camina a ciegas, sufrirá la experiencia más rara que quepa imaginar. Notará enseguida que, más que andar sobre una cinta móvil, se mueve en realidad por el interior de usted mismo. No verá nada, porque no hay nada más oscuro que un cuerpo ni más negro que la conciencia, pero enseguida comenzará a percibir sonidos familiares, quizá el ruido de un par de palas golpeando alternativamente a una pelota. Eso quiere decir que ha llegado usted a una playa, quizá la playa de su infancia. A medida que avance, los golpes sonarán más cerca de sus oídos. Quizá tenga suerte y se produzca dentro de usted un fulgor, una especie de fuego fatuo que le permita ver por unos instantes a los jugadores: tal vez su padre y su hermano mayor, tal vez usted mismo y un amigo.

Quien habla de la playa, habla del patio del colegio. Las experiencias son de lo más variado, depende de la concentración que se ponga en el paseo y de la biografía del usuario de la cinta. Hay personas que cuando llegan a uno de estos lugares prefieren reducir (siempre sin abrir los ojos) la velocidad del aparato y caminar a ritmo de paseo. Hay, por el contrario, quienes echan a correr. Corriendo mucho, si la cinta es muy buena, puedes llegar al útero mismo de tu madre en una sola sesión. Se recomienda volver a la realidad poco a poco. Algunas cintas tienen marcha atrás.

5 comentarios:

  1. Anónimo2:07 p. m.

    La dictadura no tiene marcha atrás. Ojalá la historia fuera una cuestión de cintas.

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  2. No conozco mucho de política española, y me parece atrevido opinar acerca de ello. Aquí en Colombia la única dictadura militar que hubo, la del general Rojas Pinilla, trajo algo de paz (concertación con la guerrilla liberal) y algo de progreso (Apertura al mundo exterior, voto femenino, televisón, obras, etc.), pero cada vez que vienen al tintero las dictaduras, no puedo dejar de recordar una frase de un español a quien le preguntaban si estaban mejor o peor con Franco. Éste respondió "Estabamos mejor contra Franco, porque al menos eramos todos y estábamos todos unidos". Ustedes deben saber de eso más que nosotros aquí. Perdónenme el atrevimiento de opinar. A manera de colofón: Bien ido el carnicero de Chile. Para reestablecer el orden de una sociedad uno no puede ni debe pasar por encima de la dignidad de nadie.

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  3. ¿Se trata ahora de que los chilenos retornen a la realidad tras la muerte del dictador? ¿Ahora ya no serán esclavos de ese pasado? No sé si lo entiendo, Lourdes. Me debe faltar ingenio. Recuerdo eso sí que hace algunos años preparé un pequeño homenaje a Salvador Allende en la biblioteca de mi instituto. Conseguí una bandera chilena del consulado y todo. Hicimos un montaje y pusimos vídeos del asalto al palacio de la Moneda. Cuando en casa, preparándolo, oía las palabras de Allende sobre las amplias alamedas que se abrirían en el futuro, no pude contener las lágrimas. Allende era un poeta y Augusto Pinochet, un traidor redomado al que la historia ha puesto en su lugar. No hay marcha atrás.

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  4. Anónimo9:45 p. m.

    Hola,
    Al leer el texto, pensé en los chilenos, en cuál sería su lectura del texto de Millás. En si podrían seguir al pie de la letra estas instrucciones para andar "por el interior de uno mismo".
    No habrá muchos que vean su biografía personal como un "paseo" en la memoria. Estoy convencida de que la mayoría mirarán atrás "sin abrir los ojos" por el terror del recuerdo.

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  5. A quien imagino yo en la tesitura que propone Millás es a la Muerte, con sus atributos típicos, llevando de la zarpa al innombrable y repasando su historial perverso. Me la imagino frotándose la calavera con la guadaña sólo de pensar en el interminable ajuste de cuentas con aquel tipejo que tanto trabajo le dio. Descanse en pez.

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